Alrededor de seis millones de personas amantes de la cerveza llegaron desde el sábado a Múnich con motivo de la Oktoberfest, una de las fiestas más populares del mundo.
Había tiendas de campaña, carruseles y barriles esperándolas en la “pradera de Teresa”, el lugar que acoge la 181ª edición de estos 16 días de fiesta que abrió el nuevo alcalde de la ciudad, el socialdemócrata Dieter Reiter.
Como hicieron sus predecesores en el cargo desde 1950, Reiter abrió el primer barril de cerveza de 200 litros al mediodía del sábado al grito de “O’zapft is” (“ya está abierto”).
El desafío consiste en abrir el barril con la menor cantidad de mazazos posible. Reiter se ha fijado como objetivo “tres o cuatro”, y para conseguirlo se ha entrenado con un experto.
La fiesta de la cerveza es de nuevo la ocasión de lucir prendas tradicionales bávaras, algo que se ha puesto de moda desde finales de los años 1990: vestidos con corsés para las mujeres y pantalones de cuero para los hombres.
Pero la verdadera protagonista es la cerveza servida en jarras de un litro. Este año el litro costará por primera vez más de 10 euros en algunas de las catorce tiendas de campaña, informó la oficina de turismo local.
Para acompañarla, se venden pretzels, lacón de cerdo, albóndigas de carne y otras especialidades locales.
Pese a los turistas extranjeros, con predominio de italianos y estadounidenses, la Oktoberfest sigue siendo un acontecimiento bávaro, puesto que casi tres de cada cuatro visitantes procede de este estado federado.
El origen de la fiesta se remonta a la boda entre el que iba a ser rey de Baviera, Luis I, y Teresa von Sachsen-Hildburghausen, el 12 de octubre de 1810.
Más tarde se adelantó a septiembre por cuestiones meteorológicas.
En estos festejos se dan cita numerosos personajes conocidos y no es extraño ver cada año a los jugadores del Bayern de Múnich, en cuya plantilla destaca esta vez el brasileño Dante y el español Xabi Alonso, entre otros.
Aunque la Oktoberfest festeja sus 204 años, esta será la 181ª edición. Otras 24 no llegaron a celebrarse por guerras, epidemias o años de hiperinflación, como en la década de 1920.
La fiesta se ha exportado. Según el servicio de prensa de la ciudad existen “unas 2,000”, entre las que destacan la de Blumenau, Brasil; Kitchener, Canadá; y Frankenmuth, Estados Unidos, apodada la pequeña Baviera de Michigan.