Inusitado y sorprendente: Uli Hoeness, quien fuera un destacado jugador alemán de futbol, seleccionado, campeón en la Copa del Mundo de 1974 y presidente del Bayern Munich hasta marzo pasado, se denunció a si mismo por evasión fiscal.
Fue una “autodenuncia”.
Fueron siete los casos de evasión comprobados en la investigación, la cual demostró que había dejado de pagar 28 millones de euros, cerca de 500 millones de pesos mexicanos, por una cuenta bancaria en Suiza.
Para el registro. Para Ripley.
Tres años y medio de cárcel y trato igual a cualquier preso que se “hospede” en la prisión de Lansberg en Baviera. Podrá salir por buen comportamiento en dos años y cuatro meses.
Imposible pensar que el ejemplo impacte a empresarios y políticos mexicanos.
Que no se les ocurra.
No hay capacidad carcelaria, ni la infraestructura suficiente para atender un fenómeno de tal naturaleza.
En el caso de que a alguien se le ocurriera iniciar una campaña para obtener el resultado de Hoeness y que hipotéticamente fuera imitado por casos parecidos, habría caos y los problemas de desequilibrio invadirían México.
Los efectos serían peor que un tsunami en este maravilloso cuerno de la abundancia.
Fenómenos como recesión, inflación, decrecimiento económico, hoyos financieros, incremento a la gasolina, devaluación, reformas estructurales… y todos los etcéteras que se les ocurran, serían juego de niños comparados con los efectos de “autodenuncias” a la mexicana.
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