Las paredes de la Allianz Arena siguen siendo murallas al puro estilo de los espectaculares castillos medievales. Munich es la capital de un reino escarlata que comenzó con la histórica temporada de Jupp Heynckes y que sigue latiendo bajo el mandato del español Josep Guardiola. Los bávaros siguieron con el dominio en la Bundesliga brindándole a Pep la tercer victoria consecutiva en el inicio de su primer campaña entre los germanos. (Bayern Munich 2-0 Nürnberg)
Una vez que la cabra entró a los dominios de los escarlata, su camino fue como el de un animal que va directo al matadero. Si bien su ímpetu se hizo sentir y por momentos pareció que se escaparía por el puente levadizo, entre un francés y un holandés se encargaron de atarla y ayudarles a alimentar a su población.
El pasado viernes hubo un brillo color amarillo que puso la presión sobre los hombros del Bayern de cara a esta edición de la Liga Alemana. Una vez en el terreno de juego, el futbol comenzó a teñirse completamente de rojo. Los primeros 45 minutos no vieron un solo gol, pero la forma en que los locales se movían entre las calles de su reino, dejaron más satisfechos a sus fanáticos que su actuación en el pasado compromiso liguero.
David Alaba tuvo la oportunidad de abrir el marcador y darle tranquilidad a su entrenador, pero desde los once pasos el austriaco le entregó el balón al arquero quien se transformó en oráculo y acertó en su predicción sobre la trayectoria del disparo. Fue el momento de mayor alegría para los visitantes, gracias a esa atajada se creía que podrían salir de Munich con un botín de al menos un punto. Misma esperanza que siguió viva hasta el segundo tiempo.
Tal y como Moisés abrió las aguas del Mar Rojo en el Éxodo, el Bayern Munich abrió sus filas a la hora del ataque, tanto que el centro quedó descuidado por el Nürnberg. Las consecuencias de esa apertura las vivió rápidamente la escuadra blanca cuando solo dentro del área, Franck Ribery mandó un cabezazo al fondo de las redes.
La ventaja no era suficiente para las aspiraciones de los dirigidos por Guardiola. Con eso en mente, la genialidad llegó en los botines de Arjen Robben. Como una telaraña, el holandés fue tejiendo una jugada que con base en velocidad y su cercanía con el balón, le permitió llegar sigilosamente al área chica. Con un solo toque el balón pasó al arquero para encontrarse con el poste y abrirse paso hasta el fondo de la portería.
Ni siquiera el susto de la primera parte contra el travesaño pudo amedrentar a Manuel Neuer en su meta. Pep Guardiola volvió a celebrar una victoria al quedarse con nueve puntos de nueve disputados y confirmando el reinado escarlata que brilla en Baviera.