Merkel, la más poderosa de Europa, cumple 10 años como …

BERLÍN (Notimex).- El 22 de noviembre de 2005 Angela Merkel se convirtió en la primera mujer al frente de Alemania, la locomotora económica de Europa, tiempo durante el cual ha dirigido tres gobiernos y enfrentado numerosas crisis, con una popularidad que ha ido en zigzag.

La alemana, de 61 años de edad, se ha convertido en uno de los personajes más decisivos de la política europea, tras dirigir tres gobiernos.

Dos han sido con la bautizada como “gran coalición” entre su conservadora Unión Democristiana (CDU) con los socialdemócratas del SPD (2005-2009 y 2013 hasta la actualidad) y uno con los liberales del FPD (2009-2013).

Sólo dos cancilleres han durado más que ella en el cargo y los dos de su partido: Helmut Kohl estuvo 16 años al frente del gobierno y Konrad Adenauer, 14.

Sin embargo, Merkel tiene la oportunidad de superar a ambos si tras la conclusión de su mandato actual gana los comicios de 2017 y termina esa legislatura hasta 2021.

Pero sin que llegue a eso, la canciller ya es la mujer más poderosa de Europa, según la revista Forbes y es también la jefa de gobierno que más tiempo lleva al frente de un país de la Unión Europea (UE), la única que pese a la crisis del euro fue reelecta y dirigió Alemania durante toda la crisis económica.

Pocos se lo imaginaban en 2000, cuando muchos compañeros de partido pensaron que su elección como secretaria general de la CDU era sólo transitoria. Pero igual de meteórico que fue su ascenso, acompañado de un aumento progresivo de popularidad, podría ser también su caída.

Los excesos de su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, en la gestión de la crisis griega y la negociación de un paquete de rescate y las diferencias con éste sobre la crisis de refugiados -llegó a llamar “avalancha” a los solicitantes de asilo que llegaban al país- abrieron una brecha en las filas conservadoras alemanas y, con ella, también en su popularidad.

Hace sólo tres meses, Merkel y su partido se situaban imbatibles en el cenit de popularidad con más del 40 por ciento de los apoyos. Desde las elecciones de 2013, en Alemania se ha defendido con frecuencia que Merkel estaba en el punto álgido de su poder.

Pero ahora nadie se atreve a decir lo que durará esta situación, especialmente tras la pérdida de popularidad con la crisis de refugiados, con los que Merkel practicó una política de puertas abiertas ignorando la Convención de Dublín.

La Convención contempla que un refugiado sólo puede pedir asilo en el primer país europeo que pisa.

Y también tras los enfrentamientos y tensiones surgidos en el seno del partido a raíz de esa política.

Si en la crisis griega la tensión había sido evidente con el ministro Schäuble, la de refugiados le costó a Merkel varios cruces de acusaciones con su socio de coalición, el líder de su partido “hermano” bávaro, la Unión Social-Cristiano (CSU) y primer ministro bávaro, Horst Seehofer.

Éste llegó a decir que Merkel debería concurrir en 2017 a un cuarto mandato, pero ahora la critica duramente, por lo que la CDU es escéptica.

Merkel ha hecho mucho por la imagen de su partido en estos diez años, trabajando por el fin de la energía nuclear en el país, el fin del servicio militar obligatorio y abogando por una imagen moderna de la familia, lo que ha situado a la CDU más hacia el centro.

Pero ahora, en plena crisis de refugiados y tras los atentados terroristas de París, la gente tiene miedo, pese a los intentos de la cúpula alemana de desvincular ambas cosas a lo largo de la semana.

Merkel lleva días intentando evitar la conexión, pero lo cierto es que aún no ha presentado soluciones efectivas para la acogida e integración de los refugiados.

Así, si la crisis del euro le valió a Merkel la imagen de una gestora eficiente de crisis, la de los refugiados le está haciendo mucho daño, consideran expertos como Sabine von Oppeln, de la Universidad Libre de Berlín.

“En el debate sobre los refugiados defiende su propia posición, pese a la resistencia de sus propias filas”, dijo Von Oppeln tras considerar que si Merkel dejara ahora la política, la canciller pasaría a la historia con una imagen negativa.

“Si la señora Merkel no quiere pasar a la historia como una perdedora, no puede dimitir ahora, sino que tiene que aguantar”, señaló la experta, que apunta además la falta de alternativas de la dirigente entre las filas conservadoras.

Angela Dorothea Merkel nació en 1954 como hija de un párroco. Estudió física en la extinta República Democrática Alemania (RDA) y se convirtió en viceportavoz de gobierno del primer y último gobierno elegido libremente de la Alemania Oriental.

Ese cargo lo ejerció poco antes de ser ministra para asuntos de la mujer, de Medio Ambiente y secretaria general de la CDU, con lo que convirtió en la primera política del este en dirigir un partido nacido en el oeste. Hasta llegar a la cancillería.

Durante su mandato han destacado algunos hechos: en septiembre de 2006 logró sacar adelante 21 modificaciones de leyes que impulsaron una reforma federalista con un nuevo reparto de competencias entre el estado central y los federados, en la primera gran modificación de la Constitución alemana en vigor desde 1949.

En marzo de 2007 el Palamento alemán decidió elevar la edad de jubilación progresivamente y hasta 2029 de los 65 a los 67 años; en junio de 2007 Merkel fue por primera vez anfitriona de una cumbre del G-8 en Heiligendamm, en Meckelenburg Antepomerania, centrada en la protección del clima y en África.

En octubre de 2008 Berlín y los estados federados acordaron un paquete de rescate bancario y tres meses después el mayor paquete de impulso coyuntural de la historia de la Alemania unificada, que costó también un endeudamiento récord.

En mayo de 2010, ya en su segundo mandato en coalición con el FDP, el presidente Horst Köhler dimitió sorprendentemente, siendo sucedido por Christian Wulff, que contaba con el favor de Merkel, pero que sólo duró 20 meses en el cargo.

Wulff dejó el cargo tras un escándalo y fue sucedido en febrero de 2012 por Joachim Gauck, el actual presidente.

En junio de 2011 el Parlamento selló el apagón nuclear hasta 2022, meses después de la catástrofe de Fukushima en Japón. Un mes más tarde acabó con el servicio militar y civil obligatorio creando un Ejército profesional y voluntario.

En octubre de 2013 puso fin a la intervención militar alemana en Afganistán, concentrada en Kunduz.

El tercer mandato de Merkel, actualmente en curso, lo inició en diciembre de 2012, de nuevo en gran coalición con el SPD después de que su socio anterior, los liberales, se desmoronaron en las elecciones.

En julio de 2014 se aprobó un nuevo salario mínimo (de 8,5 euros por hora) en el país y el año pasado y el actual Alemania se implica activamente en la búsqueda de una solución al conflicto de Ucrania.

En junio de este año, Merkel fue anfitriona de una cumbre del G-7 (sin Rusia) en el palacio de Elmau en Baviera, centrada en Ucrania y la lucha contra el cambio climático.

En agosto, tras duras negociaciones entre Grecia y sus acreedores, el Parlamento alemán dio luz verde al tercer paquete de ayuda al endeudado país, tras los de 2010 y 2012.

Desde agosto de 2015, la canciller federal se ha centrado en la crisis de los refugiados, que tildó como “el desafío central” para el país.

Durante su década al frente de Alemania se ha ganado todo tipo de calificativos: perseverante, fría, sin emociones, de hierro a la hora de tratar con sus competidores; pero también paciente, esperanzada, dura, insobornable.

En el exterior, su política financiera le ha valido los calificativos de “peligrosa” y el apodo de “Terminator”.

Pero la crisis de refugiados ha cambiado también su imagen: su decisión de abrir las puertas de Alemania le valió una imagen de valentía, espontaneidad, bondad y una mujer dispuesta a asumir riesgos. Sin contar con la comparación con la madre Teresa de Calcuta que hizo recientemente un semanario alemán.

Y pese a todas las dificultades algo parece estar claro: que no tiene ganas de dejar el poder.

En recuerdo de la década de su mandato, los alemanes podrán ver a Merkel en tres distintas figuras de cera en el museo Madame Tussauds de Berlín, ilustrando sus tres mandatos: con un traje de pantalón negro en el primero, con las manos juntas en el segundo y con su característico gesto de manos en el tercero.

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