“La izquierda tiene que reinventarse”

“¿Qué pasó en este país que con una cultura política tan rica, con unos movimientos sociales muy activos, no generó un candidato de izquierda? ¿Qué pasó en los últimos años?”, se pregunta Gerhard Dilger, coordinador de la fundación alemana Rosa Luxemburgo, que acaba de abrir sus puertas en Argentina “en plan de humildad para ampliar espacios para el debate”. Posicionado en una izquierda no sectaria, como la define, Dilger se pregunta “por qué siempre nos peleamos en vez de encontrar generadores comunes para enfrentar al adversario: la derecha. Ese es el gran desafío”. No solo para la Argentina sino para otros países de Latinoamérica y también Alemania.

En el caso de este país considera que la derrota del kirchnerismo en las últimas elecciones puede ser una oportunidad si se analiza por qué fracasó.

Estuvo en Buenos Aires para participar del seminario “Derechos Humanos ayer y hoy. Memorias, complicidades, disputas territoriales”, que se llevó a cabo en el Hotel Castelar y marcó el desembarco de la Fundación Rosa Luxemburgo en el país.

–¿De dónde es?

–Nací en Munich, me crié en Baviera, en el campo. Mis dos padres eran profesores. Mi papá de historia, de inglés, de alemán. Y mi mamá también, de idiomas extranjeros. Y en el 68 nos fuimos al País Vasco cinco años. Mi papá trabajó como profesor en Bilbao y eso me marcó definitivamente. Esa fue la primera gran encrucijada.

–El haberse ido…

–El haberme politizado de los 9 a los 14.

–¿Tan chiquito?

–Ahí comienza la cosa visceral, emocional y poco a poco racional. Pero en un ambiente tan politizado como el País Vasco, cuando ETA empezó con la guerra armada, los secuestros… y al mismo tiempo Willy Brandt en Alemania que se arrodilló en el Ghetto de Varsovia fue la figura política que me impresionó. Y el español y la apertura hacia Latinoamérica…

–¿Qué estudió?

–Letras. De vuelta en Alemania, escribí mis primeras notas periodísticas en el periódico local. Y de estudiante escribí en revistas alternativas en la ciudad de Geisen en el centro de Alemania occidental. Integré dos brigadas de la Juventud Socialista a Nicaragua, en el 84 y el 88. Y esa fue la primera vivencia latinoamericana, superinteresante.

–¿Qué eran esas brigadas?

–Brigadas para ayudar en la construcción de dos escuelas y de regreso en Alemania trabajar en pro de la revolución sandinista. Nosotros éramos cuatro de la misma ciudad universitaria de Giesen y logramos construir una hermandad entre las dos ciudades –Giesen y San Juan del sur–, en Nicaragua.

–¿Cuándo llegó a la Fundación Rosa Luxemburgo?

–Hace dos años. La fundación cumplió 25 años. Se crea después de la caída del muro, en el 90. El Partido Socialista unificado de la República Democrática Alemana (RDA) se transforma en el Partido Socialista Democrático. Todos los oportunistas se fueron. Había un proceso radical de reducirse al núcleo duro. Lo mismo con el periódico del partido, La Nueva Alemania, que tiraba más de un millón de ejemplares y ahora tira 30 mil.

Y obviamente la RDA es anexada por la República Federal Alemana (RFA), no es una unificación pero en el esquema occidental con todo el aparato occidental, capitalista… Yo ya me había formado como profesor y viví esa corta primavera de la anarquía donde los soldados estaban todavía en la frontera de Berlín pero sin hacer nada. Tú podías moverte por un lado a otro de la frontera del muro, fascinante. Viví esos tres años hasta el 92 y nos fuimos a Colombia con mi compañera y desde entonces estoy en América latina.

–¿Y vive en Brasil?

–Desde el 99. Nuestros hijos nacieron en Bogotá. Tengo dos hijos. Un muchacho de 18 y una mujer de 21. Ahí realmente me hice periodista en la práctica, dejé de ser profesor, había trabajado durante cinco años como profesor y empecé a trabajar freelance para el periódico Taz. Es una cooperativa con más de 13 mil socios que realmente reciben los dividendos simbólicos, ellos mantienen el periódico.

–¿Por qué la Fundación viene ahora a la Argentina?

–En 2001, fui a Brasil al Foro Social Mundial. Conocí al primer director de la fundación en San Pablo, que desde entonces trabajaba en Chile también y en Argentina. Desde hace muchos años trabajamos con organizaciones como Pañuelos en Rebeldía y la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas. En 2007, el partido del socialismo democrático se junta con izquierdistas de varios campos de Occidente, socialdemócratas, sindicalistas de la oposición extraparlamentaria, y se crea el partido La Izquierda. Nosotros somos la fundación ligada a este partido. Porque después de la Segunda Guerra Mundial, los padres y las madres de la constitución del 59 y de la nueva República Federal estaban convencidos de que para que no se repitiera nunca más la barbarie fascista, la educación política no se podía limitar a las escuelas, entonces se da a través de los partidos… que en nuestro sistema sigue teniendo un papel central en la formación política de las personas. Hay academias en los 16 estados. Y también hay fundaciones alemanas, como la Friedrich Ebert, la Konrad Adenauer, de los grandes partidos, y de los chiquitos, la fundación Heinrich Böll. Entonces estos partidos representados en el Parlamento, según los resultados y la representación parlamentaria, reciben una parte del presupuesto nacional para educación política. O sea que trabajamos exclusivamente con fondos públicos.

–¿Y por qué abren ahora?

–Porque era una locura trabajar dos tercios de Sudamérica con una oficina chiquita con cinco personas. La idea es ampliar el trabajo. Estamos aquí para aportar y aprender de ustedes en pie de igualdad, siguiendo las líneas del socialismo libertario de nuestra patrona Rosa Luxemburgo (ver aparte).

–En el seminario dijo que “es un poco irónico que la asunción del nuevo presidente haya sido en el día de los derechos humanos”…

–Cuando dije eso fue algo informal. No es nuestra función meternos en la política interna de los países. Y podría verse como una crítica a (Mauricio) Macri. Y obviamente Macri representa por su trayectoria una visión muy liberal de las cosas y una visión que no necesariamente va a significar un avance social de las grandes mayorías de la población. Los movimientos sociales están asustados y con miedo. Yo, con mi ojo de periodista, no lo veo tan dramático. Me pregunto entonces qué pasó en este país que con una cultura política tan rica, con unos movimientos sociales muy activos, que no generó un candidato de izquierda, qué pasó en los últimos años. Ustedes saben mucho más de eso.

–¿Cree que tiene que ver con una tendencia internacional?

–También. Algunos hablan del supuesto fin del ciclo progresista. Yo no iría tan lejos, para mí todavía hay un gran interrogante porque todavía hay gobiernos progresistas. El de Brasilia está totalmente paralizado, rodeado por la derecha. Pero bueno, tenemos a Michelle Bachelet, a Tabaré, a Evo Morales, que es el más sólido; hay Correa, hay Venezuela… todos con sus matices. Pero no se puede decir que estamos ya en ese ciclo. Pero sí, hay muchos indicios de que este modelo de neoextractivismo, como lo llamamos, no va más. Y que la izquierda tiene que reinventarse. Macri es un liberal de derecha muy inteligente, no es un golpista. Para mí la gran cosa es que por primera vez la derecha argentina, si no estoy equivocado, llega al poder de manera democrática. Y obviamente con una visión empresarial como la pudo tener Sebastián Piñera en Chile, pero tampoco se acaba el mundo.

–¿Supo del editorial del diario La Nación del día después que Macri ganara?

–Eso atravesó nuestro seminario. Y eso fue de pronto la referencia, la razón por mi frase. Ese es el ambiente enrarecido que hay ahora. El fin de la impunidad es una cosa fantástica en el mundo, única, que los verdugos realmente estén en cárcel es una cosa extraordinaria. Pero escuchamos también las barbaridades que están pasando en los territorios acosados por el extractivismo. Y en Brasil es la misma cosa, en Chile y en Paraguay. Son problemas que son violaciones estructurales de los derechos humanos y eso no cambió con el kirchnerismo. Ahí nuestra crítica.

–En el seminario dijo también que “estamos para fomentar el debate de una izquierda tan fragmentada como en nuestro país”. ¿Y cómo está en Alemania?

–En nuestro país el partido La Izquierda es una izquierda reformista bastante heterogénea pero con muchas disputas y peleas internas. Ahora tienen una dirección doble, que lo hacen muy bien. Pero si ves a la izquierda en general también en Alemania está fragmentada. Los socialdemócratas, izquierda tradicional, están con (Angela) Merkel. Los verdes se han convertido en un partido de centro. Aquí en Argentina, en Brasil, en Paraguay la fragmentación es dramática. ¿Por qué siempre nos peleamos en vez de encontrar generadores comunes para enfrentar al adversario, la derecha? Ese es el gran desafío. Nosotros venimos realmente en plan de humildad para ampliar espacios para el debate. Creemos que este momento de la derrota del kirchnerismo puede ser una oportunidad si se analiza por qué fracasó. Qué lecciones se pueden sacar y que la izquierda tiene que ser más amplia que los sectaristas trotskistas. No construyen, ese es siempre el problema con ellos.

–¿Cómo ve a Alemania en relación a las guerras en el mundo: los atentados, las migraciones forzadas?

–Es un momento supercomplejo. Es espantoso. Parece que se están repitiendo los mismos errores y las fallas, como se hizo después el 11 de septiembre, un intervencionismo sospechosamente rápido. El Parlamento alemán decidió la intervención en Siria con tropas alemanas. Eso es absolutamente inconstitucional. Después de la última guerra se escribió que nunca más desde Alemania puede haber fuerzas ofensivas en otros países. Ese el cambio de paradigma que después de la caída del muro se dio en Alemania y la izquierda moderada, reformista, lo apoya. Los socialdemócratas están apoyando la participación de Alemania otra vez en las guerras de imperio. El problema es mucho más complejo. Los asesinos eran franceses y belgas, no eran sirios. El Estado Islámico fue el resultado de políticas de agresión de Occidente en esa región. Entonces, ¿qué estamos haciendo ahora? ¿Para qué lo están aprovechando esta vez, para realmente también aumentar las amenazas a las libertades democráticas? Esto junto con la construcción de los tratados de libre comercio, que Macri quiere también, la Alianza del Pacífico entre Europa y Estados Unidos; se está construyendo un mega proyecto neoliberal antidemocrático con tribunales especiales que responderían a los intereses de las corporaciones.

–Por eso el desafío de poder llegar a la gente con otro discurso.

–Sí, claro. Realmente la correlación de fuerzas es muy adversa para la izquierda libertaria. Nosotros estamos en la tradición de Rosa (Luxemburgo), el socialismo sin libertad no es socialismo. Libertario, democrático, descentralizado, enfocado en las masas populares, no en los partidos vanguardistas. Ahí no- sotros somos un granito de arena en toda esa tormenta.

–¿Qué lugar tienen las cuestiones de género en la fundación?

–Muy grande. Inclusive la compañera que vino de la junta directiva es una feminista marxista, sindicalista, que ha participado activamente en los debates feministas de las últimas décadas. Yo soy feminista, pero soy hombre y tengo mi lado machista. Nosotros apoyamos los feminismos populares porque los que dan la cara, las cuerpos, los que están en la línea de frente, en Famatina, en Esquel, en los territorios mapuches, son las mujeres muchas veces. Están Claudia Korol y las mujeres de Pañuelos en Rebeldía y Norita (Cortiñas) y las Madres… como referencia. Aspiramos a que el feminismo sea plural y multiclasista, no una cuestión de clase media urbana.

–Todavía hay un debate que dar entre algunos grupos de izquierda que luchaban o luchan por una igualdad donde las mujeres no estaban incluidas.

–Ayer había un tipo participando (en el seminario) que vino con ese discurso recontra pasado de “contradicciones principales y contradicciones secundarias”. Sigue habiendo en los compañeros ese pensamiento y abiertamente en muchos casos…

–Es como la teoría del derrame…

–Sí, claro. Horrible.

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