La crisis de refugiados pone en aprietos a la "Dama de Hierro …

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Financial Times

La canciller sorprendió a la UE con su enfoque de “bienvenida a los sirios” a la crisis de inmigración. Pero con los miles de sirios que llegan por día, el creciente disenso entre sus partidarios y el menor apoyo de los votantes, ¿está sembrando las semillas de su propia desaparición de la escena política?
Para una líder normalmente adorada por sus seguidores, una reciente conferencia del partido celebrada en la ciudad de Alemania oriental de Schkeuditz fue un shock para la canciller Angela Merkel.
Oradores de su Unión Demócrata Cristiana conservadora repudiaron su política de refugiados de “puertas abiertas” con gran dureza. “No sabemos quiénes están viniendo”, dijo un delegado frente a 1000 partidarios locales. “No sabemos cuántos están viniendo. No sabemos cuántos ya están aquí”.
Algunos llegaron a desafiar la dirección de Merkel; un delegado declaró: “Cada vez más ciudadanos me dicen ‘esta ya no es mi canciller'”.
Otros aplaudieron cuando ella se comprometió a mantener su enfoque de “Bienvenidos refugiados”: “Esta es la principal tarea que tuve que encarar en mi carrera como canciller. Sé que es una situación difícil, pero no me voy a dar por vencida”.
Pero la imagen que perdura de Schkeuditz es una pancarta que decía: “Pongan fin al caos de los refugiados; depongan a Merkel”.
La líder más fuerte de Europa jamás había recibido afrenta semejante. Pero, del mismo modo, la crisis de refugiados tampoco tiene precedentes.
Merkel, una canciller conocida por cortar los problemas en pedacitos, respondió de frente a su desafío más grande. Es imposible decir si logrará controlar la situación: con 10.000 personas que llegan a diario en busca de asilo, se espera que se supere el millón de refugiados -cinco veces más que el año pasado- y que el flujo sea aún mayor en 2016.
En otros encuentros partidarios regionales, a la canciller le fue mucho mejor que en Schkeuditz. Pero se le está acabando el tiempo para regular las entradas, frenar la creciente rebelión en el partido y revertir una pérdida acelerada de apoyo público. “A Merkel le llegó la hora de la verdad”, afirma Jürgen Falter, profesor de ciencias políticas de la Universidad Mainz. “Cuenta con una gran confianza del público, pero este apoyo se está desvaneciendo”.
La preocupación se extendió al resto de la UE, con críticos de su política de refugiados envalentonados ante los problemas internos de Merkel; un diputado de Berlín habla de alegría por la desgracia ajena en el bloque en relación con la canciller alemana en problemas.
Hasta la pregunta sobre la vida después de Merkel ya no parece absurda. Günter Bannas, editor político de periódico Frankfurter Allgemeine, sostiene que: “Los interrogantes sobre su política están dando lugar a interrogantes sobre su cancillería. Por el momento, la cosa no llegó más lejos. Pero no se descarta que esto no ocurra”.
Merkel, de 61 años, ha acumulado un enorme capital político durante los casi diez años que lleva en el poder. Los alemanes la aprecian por haber superado las amenazas a la eurozona, logrado que la economía siga creciendo y repelido los peligros externos. Cuando el presidente de Rusia Vladimir Putin hizo tambalear la estabilidad de Europa con su intervención en Ucrania, la situación también reforzó el papel central de Merkel en la UE. Su firme postura en relación con el último rescate a Grecia generó críticas a nivel internacional. Pero en Alemania fue bien recibida.
De todos modos, el apoyo al CDU y la Unión Social Cristiana, su partido hermano bávaro, se está diluyendo. En la última encuesta de la agencia Insa, el grupo conservador cayó 7% desde el verano: el resultado más bajo desde 2012. Pero esta caída es desde 42%, un porcentaje inusualmente alto para partidos gobernantes en la mitad de un mandato parlamentario.

Convicciones morales

La crisis de refugiados fue un golpe. Para cuando los funcionarios abrumados empezaron a pedir ayuda a fines de agosto, ya era demasiado tarde para la respuesta habitual de la canciller: la cautela. En lugar de ello, Merkel sorprendió a Europa con su anuncio de que Alemania aceptaría a todos los sirios y dejaría en suspenso su derecho de deportar a los refugiados sirios al primer país de UE en el que ingresaran, por lo general, Grecia.
Combinó dicho anunció con planes para endurecer los procedimientos de deportación de personas a quienes se rechace la solicitud de asilo. Sin embargo, fue su compromiso de “bienvenida a los sirios” que llegó a las primeras planas, e instó a muchos refugiados más a dirigirse a Alemania.
Aliados políticos sostienen que Merkel actuó por convicción moral e inspirada por olas de alemanes que se ofrecieron como voluntarios para ayudar a los refugiados, alentada por todos desde líderes religiosos hasta Bild, el periódico de mayor tirada. Comentaristas sugirieron que quizás vio una oportunidad para que Alemania mostrase un perfil más amable al mundo que el severo comandante de la crisis de la eurozona, y se apartase aún más de su pasado nazi.
Pero la respuesta de Merkel también se basó en la realidad. Llegó rápidamente a la conclusión de que la alternativa -de restringir los ingresos en la frontera- era inviable. No podía permitir que los guardias usasen la fuerza, ni siquiera como último recurso, y si no podían usar la fuerza, ¿cómo podrían detener a los inmigrantes? “Fue un cálculo”, sostiene un funcionario del gobierno.
La principal respuesta de Merkel ha sido la diplomacia intensiva. Está luchando por la paz en Siria y presionado a Turquía para que restrinja la salida de inmigrantes; quiere que se refuercen las fronteras externas de la UE, y está instando a los países menos aceptados de la UE a aceptar más refugiados y compartir una carga que recae desproporcionadamente en Alemania, Austria y Suecia.
Está apoyando sus intenciones con medidas de emergencia para limitar las ayudas en efectivo a solicitantes de asilo, y acelerando el procesamiento y la deportación de solicitantes rechazados. Sin embargo, aún es preciso reducir los números. Las nuevas reglamentaciones internas dependen fundamentalmente de la capacidad de funcionarios bajo presión de manejar números récord de refugiados.
A nivel internacional, Siria sigue en guerra y Turquía se demora mientras Alemania y la UE dan vueltas a sus exigencias financieras. Entretanto, los países de Europa oriental se oponen a planes de redistribución de refugiados.
Pero los inmigrantes siguen llegando. Los consejos locales, principales responsables de brindar apoyo, no dan a basto. Hasta los liberales se quejan. Boris Palmer, el alcalde por el Partido Verde de Tübingen, publicó en Facebook: “Si esto sigue así, tendremos 3,65 millones de personas más en Alemania en los próximos 12 meses. Lamentablemente, no podemos dejar que esto suceda. El gobierno debe tomar cartas en el asunto, caso contrario… el orden social implosionará”.
Muchos alemanes temen por su identidad. El país ha cambiado considerablemente desde la década de 1980, cuando todavía se consideraba a sí mismo cerrado a la inmigración. La necesidad de Alemania de personas jóvenes que rejuvenezcan su fuerza laboral envejecida, combinada los con inmigrantes de Europa oriental luego de la caída del Muro de Berlín, han transformado al país: una quinta parte de los alemanes actuales son primera o segunda generación de inmigrantes.

Crisis de identidad

Hasta las personas que celebran esta diversidad esta escala les parece intolerable. Norbert Röttgen, político del CDU y presidente del comité de asuntos exteriores del Parlamento, afirma: “Afecta las bases. Se trata del estado y nuestra identidad. Muchas personas creen que están bajo amenaza”. Al mismo tiempo, la derecha está ganando terreno. A pesar de divisiones internas, el ultraconservador Alternative für Deutschland alcanzó 8,5% en las encuestas nacionales, en comparación con el 4,7% que obtuvo en las elecciones de 2013.
En la Alemania oriental excomunista, donde el sentimiento anti-inmigración es mucho más fuerte que en Alemania occidental, obtuvo 12%. Pegida, un movimiento popular de la ciudad oriental de Dresden que convoca a miles de personas a marchas regulares, este mes invitó a un orador que se lamentó que ya no existiesen los campos de concentración.
Peor aún, la violencia xenofóbica se está extendiendo, con 500 ataques a asilos de refugiados este año, más del doble de los 170 registrados en todo 2014. El Ministro del Interior Thomas de Maizière, un aliado cercano de Merkel, advirtió de una “radicalización peligrosa”.
Estos acontecimientos son contrarrestados por los miles de empleados del sector público que trabajan horas extra para ayudar a los refugiados, con refuerzos de redes de voluntarios. Muchos alemanes creen que la crisis está sacando lo mejor de su país. Pero hasta quienes piensan así se preguntan cuánto puede durar. Thomas Delling, alcalde adjunto de Hoyerswerda, una ciudad de Alemania oriental que fue testigo de manifestaciones contra la inmigración en 1991 pero que ahora da asilo a refugiados, sostiene: “Aceptar muchas personas más en un plazo corto sería difícil”.
El gobierno reconoce la urgencia. Quiere reducir el flujo de refugiados para fin de año. Diputados del CDU y la CSU dicen que la canciller tiene “semanas no meses” para cumplir esa promesa.
A su izquierda, Merkel enfrenta pocas dificultades. Sus socios de la coalición socialdemócrata y los partidos opositores Verde y Linke de extrema izquierda apoyan su enfoquen de puertas abiertas. El desafío está en la derecha.
Las críticas más claras provienen del CSU, específicamente del líder Horst Seehofer, cuya presión para implementar nuevos controles de frontera está dando sus frutos: Merkel está apoyando propuestas del CSU para desarrollar instalaciones de tránsito de frontera para que los refugiados puedan procesarse en la frontera en vez de dentro de Alemania, como ocurre ahora.
Los críticos más agresivos a la canciller creen que ella debe ir más allá y colocar vallas para impedir que los inmigrantes eludan las zonas de tránsito. Pero no aclarar cómo podrían protegerse dichas vallas si los guardias no tienen permitido el uso de la fuerza.

Se acaba la paciencia

Por primera vez en años, el liderazgo de Merkel está quedando en tela de juicio. Las elecciones regionales de marzo podrían convertirse fácilmente en un referendo sobre su política de refugiados… y su cancillería.
Falter aún espera que Merkel permanezca en el cargo y lidere la coalición CDU/CSU en 2017. Pero considera que las probabilidades de que esto ocurra son de solo 25%. Los líderes impopulares de la UE podrían contentarse con tales probabilidades. Pero no la señora de Europa.
Afortunadamente para Merkel, no hay un sucesor natural. El candidato más viable sería el ministro de finanzas de línea dura Wolfgang Schäuble. Schäuble evitó criticar la política de refugiados, pero reveló su preocupación señalando los crecientes costos. A pesar de sus 73 años, sería tan solo un candidato provisional para muchos diputados.
Las presiones internas también están dañando a Merkel en la UE. No solo los líderes de Europa del Este se resistieron a su política de refugiados: el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, incluso intervino en Alemania. En una visita de alto perfil a Seehofer, el hombre que construyó vallas anti-refugiados en Hungría se autoproclamó “capitán de la frontera de Baviera”.

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