LA CIUDAD DE MÚNICH y las localidades bávaras de Garmisch-Partenkirchen, Berchtesgaden y Traunstein decidieron el pasado domingo su voto en contra de la celebración en 2022 de unos Juegos Olímpicos de invierno en sus respectivas localidades. Esta respuesta negativa no ha pasado desapercibida en el mundo deportivo. Se trata de un rechazo a algo -la celebración de los Juegos- que es considerado como un premio para las ciudades elegidas. Pero, por lo visto, las ciudades alemanas antes citadas no tienen reparos en renunciar a convertirse en ciudad candidata (en Múnich el porcentaje de votos negativos fue del 52%; en Traunstein, el 59,67%; en Berchtesgaden, del 54% y en Garmisch-Partenkirchen, del 51,56%). El resultado no deja lugar a la duda.
¿Por qué se rechaza la candidatura? Quienes hicieron campaña en contra de la celebración de los Juegos Olímpicos de 2022 en Baviera alegaron, en primer lugar, los graves riesgos económicos (generación de deuda) que provocaría la ejecución de unos Juegos; también el negativo impacto medioambiental en zonas especialmente protegidas; en tercer lugar, la voluntad de evitar un crecimiento inmobiliario desproporcionado en las localidades candidatas; también, su oposición a provocar incrementos desorbitados en los alquileres y, por último, no favorecer los contratos y exigencias leoninos del Comité Olímpico Internacional (COI).
Los motivos contrarios a la presentación de la candidatura fueron suficientes para triunfar en la consulta popular. Pero, realmente, lo que llevó al rechazo de la candidatura fue el comportamiento altanero, no exento de soberbia, de muchos de los miembros del COI. Barcelona también retiró su candidatura a ser ciudad candidata en los Juegos de 2022 (sin consulta popular, dicho sea de paso) alegando que no era el momento y que Madrid no había prestado su apoyo, si bien, ha trascendido que el verdadero motivo de la renuncia han sido las indicaciones que en tal sentido formuló el COI. A los pocos días de presentada la renuncia catalana se produjo, sorpresivamente, el rechazo popular en Baviera, circunstancia que, imagino, por inesperada no habrá pasado desapercibida en Cataluña, pues unas Olimpiadas sin Múnich hubieran elevado sensiblemente el porcentaje de posibilidades para los catalanes.
Dicen los entendidos que además de las causas de oposición antes expuestas, existe una que se impone a todas: el odio de quienes ejercieron el derecho al voto en relación con los miembros del Comité Olímpico Internacional, quienes exigieron el mantenimiento de estatus de privilegio consistente en no pagar impuestos. Que vengan a Baviera unos señores sin pagar impuestos es para cualquier bávaro casus belli.