En Chile, antiguo sitio de tortura se abre al turismo

Villa Baviera, Chile— Claudio Pacheco llevó a su familia en un paseo hace poco a Villa Baviera, pintoresca comunidad agrícola enclavada al pie de los Andes. Comieron una diversidad de platillos alemanes y ganaron un venado vivo en una rifa.

Además, como otros visitantes, pasaron buena parte del día vagando por algunas de las 14,163 hectáreas de bosques, tierra cultivable y ondulantes colinas… tierras pulcramente arregladas que en otra época fueron usadas para torturar, ejecutar y enterrar a prisioneros políticos, amasar armas y aterrorizar a una comunidad.

Villa Baviera, en otra época hogar de una secta profundamente reservada cuyo ex líder fue condenado de abusar sexualmente de niños pequeños y estaba siendo investigado por colaborar con el régimen del General Augusto Pinochet, se ha reinventado como una atracción turística en una búsqueda por mantenerse viva después de que su líder huyera del país y la colonia cayera en el caos financiero.

La comunidad, que en su cúspide en los años 60 y 70 tenía alrededor de 300 integrantes, ha convertido ex talleres donde trabajaban devotos sin paga en un hotel. El comedor comunal, uno de los pocos lugares donde padres de familia en la colonia podían ver fugazmente a los hijos de los que habían sido despojados, ahora es un restaurante público. Celebra el Oktoberfest, y una pequeña tienda vende recuerdos y pastitas y salchichas hechos en casa.

Ha existido interés en Chile desde hace largo tiempo atrás sobre lo ocurrido bajo las torres de vigilancia de Villa Baviera mientras el líder de la secta, Paul Schaefer, gobernó la comunidad. Perturbadores detalles de lo que ocurrió aquí se han filtrado a cuenta gotas desde los años 60, y se siguen filtrando. En octubre, un informe confidencial de inteligencia policial detallando lo que detectives encontraron durante redadas en la colonia más de una década atrás fue divulgado y publicado por un grupo de los derechos humanos.

Schaefer, predicador alemán de fe evangélica, huyó a Chile en 1961 para evadir un enjuiciamiento en torno a cargos relacionados con haber sodomizado a niños. Cientos de sus seguidores vinieron con él, y crearon una colonia aquí, antes llamada Colonia Dignidad, que construiría una comunidad agrícola autosustentable y suministraría caridad a la población local.

Pero, dentro de esta área, Schaefer ejerció control total sobre las vidas, cuerpos y mentes de sus seguidores, quienes trabajaban en condiciones de esclavitud y eran sometidos a través de manipulación, golpizas, electrochoques y drogas, con base en testimonios de miembros de la colonia.

A las parejas no se les permitía vivir juntos, y los niños eran separados de sus padres y criados bajo el cuidado comunal. Solo miembros de la dirigencia tenían acceso a la televisión o cualquier otro medio de comunicación. Alambrada de púas y torres de vigía aislaban a los residentes adentro, al tiempo que cámaras y micrófonos ocultos los grababan a todas horas.

La dependencia secreta de inteligencia de Pinochet llevó a disidentes a la colonia para ser torturados en la década de los 70, con base en la comisión de la verdad de Chile. Algunos fueron ejecutados y sepultados en secreto aquí, y, con base en testimonio judicial, sus cuerpos fueron exhumados más adelante, incinerados y tirados a un río.

El general y otros oficiales también pasaron escapes de fin de semana en la Colonia Dignidad.

Con el paso de las décadas, diversos gobiernos chilenos le otorgaron a la colonia exenciones fiscales por ser una organización de caridad, haciéndose de la vista gorda cuando personas que se habían fugado denunciaban abusos.

Pero, con el tiempo, los líderes de la colonia perdieron su protección. Schaefer huyó de Chile en 1997 y se fue a esconder a la Argentina, buscado por delitos relacionados con abuso sexual, fraude fiscal, producción de armas, trabajo forzado y colaboración en la tortura y desaparición de prisioneros.

Fue capturado en 2005 y murió en una prisión de máxima seguridad en Santiago en 2010, mientras cumplía una sentencia de 20 años por abusar sexualmente de menores. La mayoría de los integrantes de su círculo interno fueron encarcelados tres años después.

Tras su muerte, la comunidad votó: ¿Lo sepultarían en un cementerio? Decidieron que no lo harían. El hombre al que habían venerado les había robado sus vidas.

Actualmente, Villa Baviera es una sombra de lo que era. Su fuerza económica ha desaparecido, así como la mitad de su población. La mayoría de los adultos jóvenes se marcharon a Alemania u otras partes de Chile. El restaurante, hotel y tierra agrícola dependen de trabajadores de poblados en la cercanía.

“Cuando terminó la dictadura de Schaefer, caímos en el caos”, dijo Thomas Schnellenkamp, de 46 años de edad, uno de los hijos de un ex líder encarcelado. “Nos enteramos de lo que había sucedido aquí, la gente empezó a culparse mutuamente y nadie confiaba ya en nadie. Hubo mucha frustración, y muchos se marcharon”.

Sin embargo, fue también una oportunidad para el cambio, ya que algunos miembros de la generación más joven se marcharon para obtener una educación universitaria y los pocos que regresaron, incluido Schnellenkamp, tomaron las riendas de la propiedad corporativa de la secta.

Miembros de la colonia luchan con ser vistos por forasteros como victimarios, cuando ellos mismos fueron víctimas. Los líderes de la segunda generación hacen énfasis en que ellos no son responsables de los crímenes de sus padres, pero a los ojos de muchos chilenos, ellos aún representan a la opresiva secta dentro de la cual nacieron.

Dentro de la comunidad, hay una lucha de poder entre apaciguar a residentes mayores, muchos de los cuales siguen resistiéndose a los cambios, y forjar un nuevo futuro y asimilarse en la sociedad chilena.

Algunos acusan a los ex líderes en prisión de mantener el poder.

“Ellos ejercen una influencia moral sobre la comunidad y sus hijos que la administran”, dijo Winfried Hempel, quien huyó de la secta en 1997, cuando tenía 20 años de edad. “Ellos mantienen un asedio psicológico sobre la gente ahí”.

Pero, incluso para los turistas, es imposible pasar por alto el oscuro pasado de Villa Baviera. A lo largo de los caminos serpenteantes, donde campos amarillo brillante de semilla de colza contrastan con los verdes cultivos de primavera de trigo y avena, hay descomunales hoyos en el suelo, excavaciones donde investigadores buscaron evidencia de actividad criminal.

Al subir a la colina Doradillo se puede ver dos hoyos, donde se cree que disidentes fueron enterrados en los años 70.

Una de esas víctimas pudiera haber sido Claudio Escanilla, estudiante de 17 años de la cercana ciudad de Parral, quien desapareció en Colonia Dignidad.

“Tengo la esperanza de que encuentren un botón, un diente, cualquier cosa”, dijo su hermana, María Cristina Escanilla, quien ofreció hace poco una ceremonia conmemorativa en la colonia al lado de un grupo de activistas y víctimas.

Escanilla también puso en duda la nueva industria de la colonia. ¿Cómo pueden tener turismo donde tantos fueron asesinados?” preguntó.

Si bien unos pocos líderes de la colonia están intentando crear un museo en honor a las víctimas de Schaefer y Pinochet, grupos por los derechos humanos han solicitado que ciertos lugares en Villa Baviera sean preservados como monumentos en memoria, y siguen llevando a cabo protestas exigiendo respuestas.

“Les hemos dicho a las familias de los desaparecidos que nosotros sufrimos por su pérdida, y los hemos dejado entrar para que efectúen sus ceremonias”, dijo Dorotea Baar, una de las integrantes originales de la secta. “Sin embargo, nosotros no sabemos nada, y también somos víctimas”.

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