El Tucumanazo: “En el comedor universitario, cuando había que ser …

Félix Justiniano Mothe (PRIMERA FUENTE)

José Patrocinio “Macho” Luna fue el líder del movimiento estudiantil en los 70’, los tiempos en los que los estudiantes y los trabajadores eran un bloque que luchaba por reconquistar libertades.

El “Macho” Luna (fue el mote de otrora) de nuevo en Tucumán. Nacido en Colonia 1 de Nueva Baviera y líder del movimiento estudiantil de los años 70 vino desde Venezuela, donde vive. Con Primerafuente evocó los tiempos en los que la solidaridad de los estudiantes se vinculaba con los reclamos sociales. Refirió aquella vez en que los maestros, padres y alumnos de una escuela de Ranchillos tomaron el Ministerio de Educación para expresar disconformidad por el mal manejo de las autoridades y las dificultades que generaba en la zona. Un estudiante del Comedor Universitario –que pertenecía a la Universidad Nacional de Tucumán- se paró en una silla para contar el suceso “y no se movía un tenedor”. Salieron todos a expresar su apoyo.

Eran tiempos en que a Tucumán le sangraba la herida fresca que le había infringido el gobierno nacional con el cierre de 11 ingenios azucareros y había eyectado un cuarto de su población hacia los cinturones pobres de las grandes ciudades en busca de mejor destino.

Refiere “eran 800 o 1.000 compañeros que su único sustento era esa comida. Si se producía un hecho importante se interrumpía la comida de los compañeros y muchas veces se tomaron una medida en plena comida: había entrega, amor y sacrificio a favor del otro”.

En aquel momento la policía empezó a arrojar gases lacrimógenos “sin importarle los niños, ni personas mayores. Sirnio, personaje siniestro, dirigía las tropas de la represión en ese momento y nosotros –los que comíamos en el Comedor Universitario- nos levantamos; todos los que estaban en la cola la dejaban y salían para solidarizarse. Todas las causas sociales nos convocaban.

Ese día armamos una columna como de mil o dos mil estudiantes hacia el Ministerio de Educación y del otro lado estaba la policía. Nosotros planteamos como única condición que no reprimieran, que no hubiera enfrentamientos con la policía que se vayan de allí las fuerzas de seguridad, que dejen a la comunidad educativa de Ranchillos hacer su reclamo y así fue.

¿Por qué pensás que se han cortado esos lazos sociales?

Porque la sociedad ha sido imbuida de un altísimo individualismo. La ideología que genera ese consumismo: el que uno se mate con el otro, que no haya lazos sociales ha incidido o sigue incidiendo. Entendimos que esos eran los problemas que teníamos que vencer y lo terminamos venciendo. Por eso asumíamos los problemas de nuestra sociedad, nuestro pueblo desde el cual veníamos. Esos eran los pilares en los se apoyaba la idea para construir una nueva sociedad. Eso lo habíamos asumido desde el punto de vista ideológico y político.

¿Cuál era la política del gobierno de Onganía que combatían?

El tema de las libertades y de la injusticia, a raíz de eso fuimos generando nuestro análisis. No había libertades democráticas, no teníamos derecho a luchar ni expresar nada y cualquier cosa que tuviéramos que hacer teníamos que hacerla escapando a las reglas de juego del estado de sitio. Lo que hacíamos era ir ganándole terreno al enemigo. Empezamos a hacerles actos relámpagos en pleno centro donde a ellos les resultaba imposible agarrarnos.

¿Lograron detectar traidores en sus filas?

Nosotros teníamos proceso de masas totalmente abiertos y siempre se descubría o se sabía gente de civil que trabajaba para la policía. Este tema es de doble filo, recuerdo un hecho en que nosotros llegamos a sensibilizar a la gente de ellos que a la larga, de un modo u otro, colaboraba con nosotros. Por ejemplo tuvimos un enfrentamiento con el rector de la Universidad Nacional de Tucumán, Rafael Paz -el Inca Paz-, quien obligaba que todos vayan de corbata como única preocupación. Ellos consideraban que ese era el desarrollo intelectual. Él era uno de los que querían cerrar el comedor. Como ejemplo te cuento que un día se produce un debate por televisión en plena época de Onganía donde íbamos a defender por qué queríamos un comedor que tenía un precio social.
Como en todas las dictaduras siempre teníamos un compañero preso. En el canal que todavía es de la Universidad -o no sé de quién es- resulta que habíamos preparado un debate y de pronto alguien deja un sobre a la entrada del comedor, al compañero que recibía los tickets. Abrimos el sobre y decía que la policía había detenido a tales y tales compañeros nuestros y lo estaban torturando en tal dependencia de la policía provincial, quién era el comisario que estaba a cargo y cómo era todo eso. Obviamente la había pasado alguien de la policía y la leímos ahí. Todo lo que leímos ahí era cierto.

¿Por qué los apoyaban en las calles?

Nuestras banderas eran necesidades tan comunes y tan sentidas por la población. Los escalones más bajos de las fuerzas represivas estaban de acuerdo con nosotros. Por eso el primer día que se declara el “Tucumanazo” las fuerzas policiales hicieron un paro, era una manera de no reprimir y ahí entra la policía Federal, la gendarmería después, al segundo día viene la policía de Salta y más tarde la de Jujuy. Existía esa relación con el pueblo totalmente genuina.

¿Cómo se establece tu relación con los desocupados del 66’?

Ahí está la siembra de la CGT de los Argentinos, fue fundamental, particularmente para mí. Desde Baviera cuando nos cierran el ingenio participaba en las movilizaciones que organizaba el sindicato la FOTIA, en el corte de las rutas. Cuando trabajaba en el ingenio era mi trabajo, era mi lugar, tenía 6 hermanos y tenía que trabajar para mantenerlos. Cuando intervienen el ingenio ingresaron con ametralladoras y eso me marcó a fuego.

¿Cómo era la unidad obrero estudiantil?

El tema de acercarnos y de abrazar las causas y decir que la unidad era una sola causa: unificamos en quién era el enemigo de todos y el enemigo de todos era el poder económico, las grandes trasnacionales, el capitalismo, el imperialismo: ese era el enemigo de todos. La dictadura un instrumentos. Entonces el enemigo era común.

¿Cuáles eran los referentes de esa generación?
Ongaro, líder de la CGT de los Argentinos, tenía el programa del 1° de Mayo del 68’ que planteaba una idea de país que llamaba al pueblo contra el antipueblo, la famosa frase de Ongaro, donde uno aprendía mucho. Salvador Allende decía: al trabajador no se lo defiende solo por un sueldo y la colonia de vacaciones. Hay un grupo que se enriquece en forma permanentemente y lo que tira son pequeñas dádivas y cada día menos.
Eso es amarillismo, es limosna, el verdadero problema del trabajador pasa por el poder. Con 15 años de democracia hay un porcentaje altísimo de trabajadores en negro. Son cosas imposibles de creer. Si alguien tiene una empresa y está ganando fortunas por qué va a tener trabajadores en negro, simplemente porque quiere mayor tasas de ganancias a costa de esos trabajadores.

¿Cómo era tu época en Nueva Baviera?

Era condiciones muy pobres que se agudizan cuando muere mi papá, que era muy joven yo apenas tenía 15 años y me tuve que hacer cargo de mis hermanos que eran seis y de mi mamá. Por suerte a pesar de que era menor el ingenio me daba trabajo. Estudiaba en la Escuela de Comercio de Famaillá de día y trabajaba de noche.

¿Cuáles fueron tus primeras rebeliones?

Cuando tenía 10 o 12 años hicimos las primeras marchas allá en Baviera que no eran marchas revolucionarias eran deportivas porque había una comisión directiva que no nos dejaba usar la cancha de básquet. Lo que queríamos era jugar al básquet y hacíamos una marcha sin las camisas y de noche para que nos vieran. Teníamos un muñeco que era el presidente del club a quien satanizábamos porque nos impedía que jugáramos en un lugar que era una parada de colectivos frente al club que iba a Río Colorado. Y logramos finalmente que nos dejaran jugar.

¿Cómo zanjaban las diferencias entre los grupos políticos?

Los únicos carteles que había eran de peñas y de campeonatos de truco, no había mensajes de nada. Estaba manejado por los centros regionales: catarmaqueño, jujeño, santiagueño y riojano. Nosotros los tucumanos éramos minoría, solo la gente del interior, los otros comían en sus casas. Hacíamos cartelitos a mano de que había tal problema íbamos haciendo un trabajo muy de hormiga hasta que anunciamos que tal día lo iban a cerrar y nos autoconvocamos a una asamblea de todos los comensales y fue una asamblea a la que concurrieron los 500 que comíamos. Ahí se decidió que todo se resolvería por asamblea, nada que no fuera de ese modo. Se eligió una comisión de cinco compañeros y tuve el honor de 500 presentes saqué 485 votos. Aparentemente ellos se dieron cuenta quiénes eran los que se preocupaban por ellos. Ahí nace nuestra metodología.

¿Cuándo nace ese movimiento?

El 11, 12, 13 de noviembre del ‘70 y muere en 1974 cuando cierran los comedores y nos encarcelan a nosotros. Hay movimientos de nuevas luchas que se llama el Quintazo que se produce sin que nosotros tengamos nada que ver. Hubo una asamblea de empleados del estado en un local cercano a la Quinta y cuando salieron en marcha hubo una represión brutal que concitó la solidaridad estudiantil y ahí se armó el Quintazo.
El enemigo tenía claro que si se unían los obreros y los estudiantes había un potencial imparable. Esa reunión no la teníamos preparada ni nada se armó espontáneamente. Nuestro comedor fue reprimido brutalmente y cuando se enteran los de los otros comedores nos asisten porque habíamos sido atacados por la represión. Se empiezan a levanta las primeras barricadas en la quinta. Ahí empieza el Quintazo.

¿Qué pasó en el ingenio San Juan?

La toma del ingenio San Juan estuvimos presentes nosotros los estudiantes. Desde acá le llevábamos la comida durante un mes y medio. Y teníamos el poder político para que no nos digan que no. La universidad nos proveía las raciones.

¿Cuál es tu reflexión hacia los jóvenes de hoy?

La represión empieza dos años antes de que el Proceso tome el poder. En el 74’ ya teníamos represión, hubo bombas. Nos utilizaron de conejillos de Indias casi dos años antes de que venga la dictadura. Fuimos un laboratorio de la represión del genocidio.

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