FUERON 264 días tras las rejas. El verano entibiaba la pequeña ciudad de Landsberg, en Baviera, al sur de Alemania, a mediados de 1924, y dentro de su celda, la furia de un prisionero salpicaba a todos. Había sido condenado a cinco años tras el fallido Golpe de Munich del año anterior, y aunque le restaban varias semanas aislado, sus ojos ya estaban puestos en el futuro y el exterminio de sus enemigos.
Adolf Hitler, de 35 años, principal orador y propagandista del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, considerado por unos como un soldado “correcto”, y “un cuervo blanco que se negaba a seguir la corriente” por otros, fue absuelto y liberado el 20 de diciembre de 1924, como parte de una amnistía masiva hacia prisioneros políticos. Alcanzó a cumplir solo nueve meses de su condena, no sin antes reposar sus ideas y dictárselas pausadamente a su compañero de celda, el militar y futuro aliado suyo en la Alemania Nazi, Rudolf Hess, quien hilvanó sus palabras hasta copar 400 páginas. Hitler quiso que su manifiesto, aún inconcluso, fuese titulado Cuatro años y medio de lucha contra las mentiras, estupidez y cobardía, pero Max Amann, coordinador de las publicaciones del partido, lo convenció de reducirlo todo a Mi lucha.
La primera edición, concluida por Hitler tras su liberación, en las cercanías de Berchtesgaden, apareció el 18 de julio de 1925, cerca del invierno. Costaba doce reichsmark, unos tres dólares (casi $2.000 chilenos).
Las cifras entregadas por la editorial nazi Eher-Verlag al año siguiente, hablaban de más de 24 mil ejemplares vendidos el primer año, pero para 1945, cuando el Tercer Reich cayó, fueron desmentidas. En 1928, con la aparición de su segunda edición, las ventas cayeron al menos hasta la mitad. Luego vino la Gran Depresión, y con ella, el ascenso de la popularidad del tomo que logró esparcirse por Alemania a la par que las tropas germanas. Para 1930, con el lanzamiento de una edición de bajo costo, las cifras se dispararon. Lo mismo con la ascensión de Hitler al poder en 1933, cuando su obra ya se encontraba en cada hogar y era obsequiada en matrimonios por toda Alemania. Así, Mi lucha llegó a vender un millón de ejemplares hasta 1945, convirtiéndose en ese país en el título más comprado después de la Biblia.
Antes de su suicidio, consignado por la historia el 30 de abril de 1945, Hitler habría obtenido por las ventas del libro una suma equivalente a 110 millones de euros, algo así como 80 mil millones de pesos chilenos. Sin embargo, con su muerte y la verdad del genocidio abriéndose paso por el mundo, sus derechos quedaron en manos del Estado de Baviera. Así, fueron prohibidas todas las reimpresión y reediciones del texto. Pero quienes quisieron, hasta hoy, comprar ediciones antiguas y relegadas al mercado negro o virtual, si podían hacerlo legalmente.
Ahora, acaso el bestseller peor reputado de la historia escribe su nuevo capítulo: la caducación de los derechos de autor en diciembre, y su salto al dominio público, lo instalan como un volumen que repunta inusitadamente entre los más vendidos.
Este 2015 es el año de los aniversarios. Por una parte, se conmemoran 70 del término de la Segunda Guerra Mundial, también de la muerte de Hitler, y 90 desde que los primeros tomos de Mi lucha, de tapa roja y firmados por él, aparecieran dondequiera que fuese acogido.
Convertido en el texto más vendido en la sección de libros políticos europeos de Amazon (sobre The monuments men, por ejemplo), en Alemania ya se anunció para 2016 una edición de más de 2.000 páginas, aunque reconvertido en un libro de referencia histórica y lleno de anotaciones académicas. La inminente publicación ha desatado opiniones encontradas en Alemania.
“Estoy absolutamente en contra de la publicación de Mi lucha, aunque sea con anotaciones académicas. ¿Puedes hacerle anotaciones al Demonio? ¿Puedes hacer anotaciones de alguien como Hitler”, ha dicho Levi Salomon, vocero del Foro Judío para la Democracia y contra el Antisemitismo de Berlín. Una opinión diferente tiene el profesor Christian Hartmann, miembro al mismo tiempo de la Sociedad Germano-Israelita y del Instituto de Historia Contemporánea de Munich, el organismo que reeditará Mi lucha. “No hay que sobreestimar el peligro que pudiera representar el libro. Mi lucha es, en muchos sentidos, el producto de una específica situación histórica y muchas de sus referencias ya no se entienden fuera de ese contexto”, sostuvo al diario británico The Jewish Chronicle, el periódico judío más antiguo del mundo. La opinión de Hartmann es la minoritaria entre los judíos. A principios de año, en declaraciones a The Washington Post, Charlotte Knobloch, cabeza de la comunidad judía de Munich, sostuvo: “Este libro es el más diabólico. Es el peor panfleto antisemita y un manual hacia el Holocausto. Es una caja de Pandora, que una vez abierta, no puede cerrarse”.
“Mi lucha es un libro cuyo valor hoy es más histórico y antropológico que ideológico”, dice Marcela Escobar, editora de Ediciones B. “Habla de un mundo que desapareció. Y que está disponible y al alcance de los lectores desde siempre y en varios formatos: ediciones baratas que se pueden comprar en cuneta o internet, e-books, como documento en pdf y fotocopias.
En Chile, aunque ni una editorial reconoce su interés por hacerlo resurgir, tanto Feria Chilena del Libro y Librería Antártica lo venden. Ambas son editadas por Solar, y en el caso de la primera, se trata de un ejemplar de bolsillo (a $7.500), y en la segunda, de una tapa dura, sobre los $25.000.
Para los autores Jorge Baradit (Historia secreta de Chile) y Francisco Ortega (Logia), el interés radica, primero, en su autor. Y luego, en el morbo de sus lectores. “Es pura curiosidad adolescente. Uno lo lee en la época en que lee Demian. Son distintos, pero son lecturas adolescentes”, dice Ortega. Baradit, en tanto, cree que es un fetiche: “Así como la Biblia es el libro más vendido y quizá el menos leído, Mi lucha toma el carácter de libro objeto, de evangelio para un grupo de personas. Adquirirlo equivale a un gesto político-religioso”.