Domingo, 9 de febrero del 2014

El búlgaro Dimiter Nedev, junto a sus amigos Vasilev y Dimitrov.

Horst Seehofer, presidente de Baviera y de la Unión Social Cristiana (CSU), el partido hermano de la CDU de Merkel, empezó el año con un discurso criticado por xenófobo; advirtió de que podía llegar una avalancha de ciudadanos de Rumanía y Bulgaria con la intención, no de buscar trabajo, sino de beneficiarse del generoso sistema de ayudas sociales de Alemania. Se inventó, incluso, un eslogan: «Quien engañe, debe irse».

La Agencia Federal de Trabajo difundió estadísticas según las cuales profesionales muy cualificados -médicos, enfermeros o ingenieros rumanos y búlgaros- trabajan en Alemania desde hace años. Además, el porcentaje de ciudadanos de estos dos países que perciben ayudas sociales en Alemania es mínimo y la tasa de paro es inferior a la media alemana.

Dimiter Nedev tiene 37 años y llegó hace aproximadamente un año a Berlín desde Varna, Bulgaria, de donde también proceden Stefan Vasilev, de 53 años, y Viktor Dimitrov, de 46. En su país no tenían trabajo, pero su situación en la capital de la próspera Alemania no es mejor. Sobreviven en una escuela abandonada que el ayuntamiento cedió para inmigrantes sin medios, junto a otros que llegaron de otros países del Este de Europa o desde África. Lo que en otro tiempo fueron aulas son ahora lugares saturados con unos 50 colchones en el suelo, tiendas de campaña, bolsas y algunos muebles viejos.

Dimiter, Stefan y Víktor no entran en el debate que promovió el presidente de Baviera. Lo ignoran. Igual que los dirigentes políticos les ignoran a ellos. Tampoco perciben ayudas sociales. No sabrían cómo solicitarla. No hablan ni una palabra de alemán y contestan con monosílabos cuando se les pregunta en inglés después de consultar entre ellos la respuesta. Son parte del colectivo de ciudadanos que pasea por las calles de Berlín cargados con envases que cambian en las grandes superficies por unos céntimos por botella. Es su medio de subsistencia.