F. GUTIÉRREZ
El órdago secesionista lanzado por Artur Mas ha roto el espejo bávaro en el que se miraban los nacionalistas para exigir el pacto fiscal y poner coto a su contribución al fondo de solidaridad interterritorial. El sistema de financiación alemán ha permitido que Baviera, uno de los estados más pobres del país al final de la II Guerra Mundial, se haya convertido en uno de los más ricos tras ser receptor de fondos durante décadas. Ahora es el que más aporta. Por lo pronto, Baviera no es «free Catalonia».
La amenaza del presidente de la Generalitat Artur Mas de aprobar antes de cuatro años un Estado catalán, mediante un referéndum de autodeterminación al margen de cualquier mandato legal, ha llevado al Rey don Juan Carlos a alertar de «la gravedad de esta etapa histórica» y el Gobierno ha advertido de que dará una «respuesta firme» al desafío independentista.
El portazo que hace una semana Mariano Rajoy dio a la exigencia de un sistema similar al concierto vasco para poner coto al llamado déficit fiscal catalán aparece en esta crisis como el desencadenante último del órdago secesionista que Mas acaba de lanzar mediante el adelanto al 25 de noviembre de unas elecciones autonómicas con tintes plebiscitarios.
La gran manifestación de la Diada del pasado día 11 sirvió para la puesta en escena de este pulso, cuyos orígenes sitúan los nacionalistas en la poda y rechazo del Tribunal Constitucional a la reforma del Estatut de 2006. Sin embargo, la gran palanca que mueve la ofensiva independentista no es otra que el sistema de financiación autonómica, o sea, el reparto de los fondos entre las comunidades.
El modelo en vigor, cuestionado por no pocas regiones, fue impuesto por Cataluña en 2009 en una negociación del tripartito con el Gobierno de Zapatero. La decisión de Artur Mas de incluir el pacto fiscal en la cabecera de su programa introduce un punto y aparte en la política de CiU. Una afirmación muy extendida, aunque nunca documentada, asegura que en 1980 los partidos catalanes rechazaron un concierto como el vasco porque recaudar impuestos no gozaba de popularidad.
Ahora, en un sombrío panorama de recesión, una Generalitat al borde de la quiebra, con problemas de impagos, recortando el salario a los funcionarios y metiendo la tijera a mansalva en sanidad y educación, ha saltado del pacto fiscal a la secesión, mientras en el PP se abre el debate para recentralizar la organización territorial del Estado. En este horizonte de crisis sin fin se localiza el ejercicio de escapismo de CiU hacia la independencia, capitaneado por Mas.
El argumentario separatista sostiene que la independencia permitiría a Cataluña recuperar los 16.409 millones que cada año le «roba» España y que equivalen al déficit fiscal que sale de la diferencia entre lo aportado y lo recibido. Se trata de la tercera comunidad, tras Madrid y Baleares, que más recauda (un 19,7% más que la media), mientras que es la octava en el reparto y aparece en la zona media de ese ranking.
Otros cálculos rebajan ese saldo a 8.200 millones y dan cuenta que de Cataluña perdería los 22.700 millones que le reporta la balanza comercial con el resto del país y debería hacer frente al déficit de 15.325 millones que tiene con el resto del mundo.
El sistema de financiación alemán ha venido siendo el norte por el que los nacionalistas catalanes orientan el rumbo de sus reclamaciones hasta la exigencia del pacto fiscal de Artur Mas. Y su estrella polar: Baviera, uno de los estados más pobres al final de la II Guerra Mundial, que en los años noventa del pasado siglo se convirtió en uno de los más ricos del país.
El Estado de Baviera es el único que ha pasado de receptor de fondos (9.000 millones de euros) a donante (casi 40.000 millones) y el que más aporta al fondo de compensación federal. El año pasado contribuyó con 3.770 millones al total de 7.300 millones de euros.
De los 16 lander figuran además como contribuyentes netos Banden-Wuttemberg y Hesse, con 1.700 millones cada uno, y Hamburgo, con 62 millones. Su aportación al sistema de solidaridad federal no sólo beneficia a los lander surgidos de la desaparición de la República Democrática, a raíz de la caída en 1989 del Muro.
Esos fondos alcanzan también a estados como Renania del Norte-Westfalia, en los que, desde el siglo XlX hasta la primera mitad de XX floreció la primera revolución industrial alemana y donde las reconversiones productivas y tecnológicas intentan relanzar su tejido empresarial. Como la gran receptora de fondos, con 3.000 millones, aparece junto, a Bremen, Berlín capital, cuyo lema «Pobre, pero sexy» ha cabreado a los bávaros.
En definitiva, tres lander del Sur, muy ricos con pleno empleo, y una ciudad Estado pagan a doce, situados en el norte de Alemania. Como grandes receptores de fondos aparecen los de Este, en contraste con las moderadas subvenciones de los occidentales.
La gobernante Unión Social Cristiana (CSU), hermana de la Unión Critianodemócrata (CDU) de la canciller Angela Merkel, ha puesto el grito en el cielo y exige un nuevo pacto fiscal. El ministro bávaro de Finanzas, Markus Soder, ha llegado a decir que la actual contribución «no ayuda a las regiones débiles» y «debilita a las fuertes».
Baviera, Baden-Wuttemberg y Hessen han amenazado con recurrir al Tribunal Constitucional si no se atiende a sus exigencias de cambios. Por lo pronto pretenden poner límite a las subvenciones a Berlín y que el Gobierno federal aumente su contribución a las arcas de una capital donde un 20 por ciento de la población es receptora de subsidios, cuando la media germana está en el 8 por ciento.
En Alemania se echa en cara a los bávaros que, convertidos en los nuevos ricos del país, se hayan olvidado de sus orígenes de empobrecido Estado agrícola que, merced a su condición de receptor neto de fondos hasta 1992, se ha convertido en un territorio sembrado de industrias de vanguardia y tecnología puntera, donde están asentadas multinacionales como BMW y Siemens.
Baviera dispone de una estructura empresarial de última generación creada a lo largo de la segunda mitad del XX gracias a las subvenciones de los estados del Norte que ahora padecen el declive de su industria pesada de principios de siglo, y a los que niega el pan y la sal.
Los nacionalistas no han dudado en tirar del caso bávaro (y de las amenazas de sus autoridades) al reclamar un límite a la contribución de Cataluña, como una de las comunidades más ricas, al fondo de solidaridad interregional e, incluso, exigir el pacto fiscal. La paradoja de todo esto radica precisamente en la trayectoria de este land, que, gracias a las aportaciones de otros estados alemanes durante décadas, es ahora uno de los más pujantes y el que más dinero dona en su país.
La gran diferencia que separa la comunidad autónoma gobernada por CiU de su pretendido ejemplo alemán radica en el hecho de que, mientras Baviera ha volcado durante décadas sus inversiones y energías en levantar una industria puntera, en Cataluña los esfuerzos económicos y sociales no se han centrado precisamente en la innovación tecnológica ni productiva.