La llegada diaria de miles de refugiados a Alemania y las crecientes dificultades que enfrentan las autoridades alemanas para alojarlos y atenderlos es fuente de creciente descontento, precisamente en las propias filas de la coalición de conservadores y socialdemócratas de la canciller Angela Merkel.
Las críticas más duras llegan desde Baviera, el primer estado federado que pisan los migrantes al llegar al país y feudo de la Unión Social Cristiana (CSU), la rama bávara de los democristianos de Merkel.
El presidente de los socialcristianos y primer ministro de Baviera, Horst Seehofer, pidió este fin de semana a Merkel que envíe una “señal” de que la capacidad de recibir refugiados está agotada. Seehofer insiste en que fue un error de Merkel recibir a principios de septiembre con los brazos abiertos a los refugiados atrapados en Hungría.
Políticos de la CSU disparan sus críticas casi a diario contra el gobierno nacional lanzando ideas como la de vallar las fronteras alemanas o restringir el asilo político anclado en la Constitución germana.
Y también desde las filas del otro socio de coalición, el Partido Socialdemócrata, suenan cada vez más fuertes las quejas.
“Demando a la canciller una respuesta coherente y hechos sobre cómo podemos limitar el creciente flujo de refugiados”, dijo al diario “Welt am Sonntag” la primera ministra del estado de Renania-Palatinado, la socialdemócrata Malu Dreyer.
“Tenemos que enviar rápidamente la señal de que en el peor de los casos rechazaremos en la frontera a refugiados sin perspectivas de quedarse”, propuso el ministro del Interior de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, el democristiano Lorenz Caffier.
“Varios estados federados están al límite. Mi opinión personal es que este año llegarán entre 1,2 y 1,5 millones de refugiados”.
Sin embargo, Merkel no se amedrenta. Este fin de semana volvió a defender la decisión de principios de septiembre de autorizar el ingreso de refugiados sin registro.
“Lo volvería a hacer”, dijo en una entrevista a la radio Deutschlandfunk, al tiempo que refutó las demandas de modificar la ley de asilo que hizo el ministro de Finanzas de Baviera, Markus Söder: “No vamos a cambiar nada de esta ley”. También se mostró contraria a levantar vallas en la frontera: “Con vallas no vamos a solucionar el problema”.
“No es mi estilo esquivar el bulto”, justificó Merkel su noción de una Alemania solidaria, que auxilia a quien huye de la guerra o de la persecución. Pero al mismo tiempo dejó claro que no habrá asilo para quienes lleguen por motivos económicos.
Analistas políticos comparan la gestión de la crisis de refugiados de Merkel con la Agenda 2010, el programa de reformas y ajustes económicos que puso en marcha el socialdemócrata Gerhard Schröder y que le valió la derrota electoral de 2005 a favor de Merkel.
La determinación de la canciller le está costando popularidad. Por primera vez en años cede su alto nivel de aprobación en las encuestas y asciende la estrella del defensor de la política de “mano dura” Seehofer.
Un sondeo de la emisora pública ARD señala que solo el 54 por ciento de los alemanes está satisfecho con su gestión, nueve puntos menos que el mes pasado y el peor nivel desde 2011.
Sin embargo, muchos en las filas conservadoras quieren evitar más querellas internas. Tienen la certeza de que sin Merkel volverán a la oposición en las elecciones generales de 2017.
En marzo próximo se celebrarán comicios en las regiones de Baden-Württemberg, Renania-Palatinado y Sajonia Anhalt, que constituirán una primera prueba para Merkel, y en los que el tema de los refugiados con toda probabilidad dominará la campaña.
Fuente: María Laura Aráoz, Dpa.